domingo, 3 de abril de 2011

MACROFESTIVAL VIDA CONSAGRADA

Con motivo de la JMJ, se ha organizado un Macro-festival de la Vida Consagrada. Este tendrá lugar el día 18 de agosto a las 20:45 en el Palacio de Deportes en Madrid.
Para mas información dirigirse a CONFER Nacional, área de Pastoral Juvenil Vocacional, a Sofía Contreras


sábado, 2 de abril de 2011

ACTO ACADÉMICO VIDA CONSAGRADA SALAMANCA

El próximo 8 de abril se celebrará en la Universidad Pontificia de Salamanca un Acto Académico de la vida consagrada, convocado por la CEVC, la CONFER y CEDIS para conmemorar los quince años de la Exhortación apostólica Vita consecrata y los treinta años de la Instrucción colectiva de la CEE: La vida religiosa, un carisma al servicio de la Iglesiaque introduce el documento Cauces operativos para facilitar las relaciones mutuas entre obispos y religiosos de la iglesia en España.
Es un acontecimiento importante para toda la vida consagrada. Invitamos a  participar a todos/as

jueves, 17 de marzo de 2011

MIEDO A JESÚS

JOSÉ ANTONIO PAGOLA
La escena conocida como "la transfiguración de Jesús" concluye de una manera inesperada. Una voz venida de lo alto sobrecoge a los discípulos: «Este es mi Hijo amado»: el que tiene el rostro transfigurado. «Escuchadle a él». No a Moisés, el legislador. No a Elías, el profeta. Escuchad a Jesús. Sólo a él.
«Al oír esto, los discípulos caen de bruces, llenos de espanto». Les aterra la presencia cercana del misterio de Dios, pero también el miedo a vivir en adelante escuchando sólo a Jesús. La escena es insólita: los discípulos preferidos de Jesús caídos por tierra, llenos de miedo, sin atreverse a reaccionar ante la voz de Dios.
La actuación de Jesús es conmovedora: «Se acerca» para que sientan su presencia amistosa. «Los toca» para infundirles fuerza y confianza. Y les dice unas palabras inolvidables: «Levantaos. No temáis». Poneos de pie y seguidme. No tengáis miedo a vivir escuchándome a mí.
Es difícil ya ocultarlo. En la Iglesia tenemos miedo a escuchar a Jesús. Un miedo soterrado que nos está paralizando hasta impedirnos vivir hoy con paz, confianza y audacia tras los pasos de Jesús, nuestro único Señor.
Tenemos miedo a la innovación, pero no al inmovilismo que nos está alejando cada vez más de los hombres y mujeres de hoy. Se diría que lo único que hemos de hacer en estos tiempos de profundos cambios es conservar y repetir el pasado. ¿Qué hay detrás de este miedo? ¿Fidelidad a Jesús o miedo a poner en "odres nuevos" el "vino nuevo" del Evangelio?
Tenemos miedo a unas celebraciones más vivas, creativas y expresivas de la fe de los creyentes de hoy, pero nos preocupa menos el aburrimiento generalizado de tantos cristianos buenos que no pueden sintonizar ni vibrar con lo que allí se está celebrando. ¿Somos más fieles a Jesús urgiendo minuciosamente las normas litúrgicas, o nos da miedo "hacer memoria" de él celebrando nuestra fe con más verdad y creatividad?
Tenemos miedo a la libertad de los creyentes. Nos inquieta que el pueblo de Dios recupere la palabra y diga en voz alta sus aspiraciones, o que los laicos asuman su responsabilidad escuchando la voz de su conciencia. En algunos crece el recelo ante religiosos y religiosas que buscan ser fieles al carisma profético que han recibido de Dios. ¿Tenemos miedo a escuchar lo que el Espíritu puede estar diciendo a nuestras iglesias? ¿No tememos apagar el Espíritu en el pueblo de Dios?
En medio de su Iglesia Jesús sigue vivo, pero necesitamos sentir con más fe su presencia y escuchar con menos miedo sus palabras: «Levantaos. No tengáis miedo».
Eclesalia.net

martes, 15 de marzo de 2011

RENACERÁ SU SOL

KOLDO ALDAI

Mueren en la arena unas olas mansas, silenciosas. Muere un Cantábrico sumiso en unas playas desnudas. Todo lo contrario al otro lado del mundo. La mar aquí espectáculo y maravilla, allí es horror que traga y traga vidas.
Dócil espuma la que se esparce por la arena de la Kontxa; templado, tierno atardecer al final de un invierno ya herido. Asomado a la barandilla de una mar calma, el viaje a las costas azotadas por un océano furioso se hace inevitable. ¿Por qué crecieron en el otro extremo de la tierra las olas que aquí se deslizan serenas y tranquilas? ¿Dónde y por qué urdió el océano ese asalto devastador? ¿Dónde nace esa furia incontrolable? ¿Qué hicimos con los mares que ahora cabalgan veloces sobre la tierra vedada? ¿Qué hicimos con la tierra que tanto cruje en nuestros días? Cuestionemos las bases de una civilización que se levantó a sus espaldas. Cuestionemos el desarrollismo que tan poco respeta, rompe equilibrios sagrados, encabrita mares, estrella olas…
¿Qué palabras caminaremos cuando el desastre de Japón adquiere tanta magnitud, cuando todo se convierte en juguete de las aguas? Sólo las que apacigüen mares de fuera y adentro, las que serenen emociones. Sólo las de la fe en una vida que nunca se acaba, sólo las de la esperanza en una vida siempre sostenida, una y otra vez manifestada y elevada. Sólo las de nuestros más puros y sanadores sentimientos, las que lejos consuelan. Sólo las que saltan miles de kilómetros y allí, donde primero asoma el sol, más fuerte que nunca, ahora abrazan.
¿Qué palabras caminaremos cuando la sombra de la catástrofe nuclear amenaza de nuevo? Sólo las palabras que inviten a volver al sol, al aire, a las mareas controladas… como energías nobles, puras y limpias para mover nuestras fábricas, nuestros vehículos, nuestros sueños; para encender las farolas de nuestras calles y las tostadoras de nuestras cocinas. Sólo las palabras que animen a buscar la fuerza y la energía en lo sencillo, en lo cercano, en lo no contaminante. Sólo las palabras que exhorten a observar la ley de no desunir el átomo que la Creación ha unido.
Caminaremos incógnitas más que palabras, interrogantes para cuestionar un industrialismo tan alejado de la naturaleza y sus leyes. Las olas rugen, no sermonean, no exhiben mensajes en sus cabeceras, sin embargo nada escapa a la ley de la causa y el efecto. La destrucción retorna tarde o temprano sobre la civilización que la ha generado.
Reparemos eso sí, en la amistad que han procurado los mares embravecidos. China ha llamado enseguida a las puertas de su castigado vecino ofreciendo ayuda. La mar arrastra también en su furia viejas, oxidadas batallas. Estas y otras olas, estas y otras sacudidas de tierra, estas y otras lágrimas nos enseñaron que somos una sola y fraterna humanidad. Una nueva urgencia planetaria llama a sacudir nuestros bolsillos. Estamos con Japón como no podía ser de otra manera, estamos con ese pueblo noble que se agarra a las rocas, a los árboles, a la vida; que tapa grietas, que enfría reactores, que reza noche y día.
Se alzará de nuevo el sol de sus emblemas, brillará espléndido sobre una tierra más cuidada. El país del sol naciente es llamado a mostrar a la humanidad una nueva lección de titánica voluntad, de responsable reorientación. Quienes ya hace casi setenta años resurgieron de sus cenizas, son llamados a nacer de nuevo. Raya alto un pueblo convocado a tantos renacimientos. Nos sentaremos a la vera de quienes lo han perdido todo. El dolor traiga la debida recompensa de luz y de amor.
Eclesalia .net

lunes, 14 de marzo de 2011

YEMAS Y CENIZAS

DOLORES ALEIXANDRE, rscj
“Podríamos en esta Cuaresma reconvertir la ceniza en yemas, viviendo atentos para descubrir quiénes necesitan sentir el apoyo de nuestro dedo en forma de ánimo, afecto o acogida. Qué espléndido remedio para espantar quejas, agravios o resquemores que a veces pululan por nuestro interior y sustituirlos por el agradecimiento a esos dedos en nuestra espalda que nos permiten creer en nosotros y desplegar lo mejor que somos.’”

No piensen que se trata de las riquísimas yemas de san Leandro, sino de otras yemas: las de los dedos. Me cuenta una de mis hermanas, que trabaja con discapacitados profundos en un hospital de los Hermanos de San Juan de Dios, que, en el grupo en que está, solo se mantiene en pie una niña alta y grande, pero que solo camina si le ofrecen un dedo para agarrarse. Ese contacto mínimo hace que se sienta segura y capaz de andar, pero sin él, se queda quieta y no hay manera de que se mueva. Últimamente han descubierto que no necesita ver el dedo tendido y agarrarse a él: le basta sentirlo en su espalda para caminar.
En el fondo, es a lo que se dedicó Jesús toda su vida, desde que creció y sus manos fueron lo suficientemente grandes como para que se agarrara a ellas toda aquella gente que necesitaba sentirse sostenida: les bastaba el roce de la yema de su dedo (su palabra, su mirada, su ternura…) para que se despertara en lo más hondo de ellos mismos la energía secreta que les ponía en pie y les hacía capaces de moverse: soltaban redes, daban un brinco fuera de la cuneta como Bartimeo, repartían como Zaqueo sus dineros, tocaban el borde de su manto y se sentían de nuevo vivos y en camino.

Podríamos en esta Cuaresma reconvertir la ceniza en yemas, viviendo atentos para descubrir quiénes necesitan sentir el apoyo de nuestro dedo en forma de ánimo, afecto o acogida. Qué espléndido remedio para espantar quejas, agravios o resquemores que a veces pululan por nuestro interior y sustituirlos por el agradecimiento a esos dedos en nuestra espalda que nos permiten creer en nosotros y desplegar lo mejor que somos.

“Tu fe te ha salvado”, decía Jesús. “Y a la yema de los dedos de mis hermanos en mi espalda”, podríamos responderle cada uno de nosotros.