jueves, 2 de septiembre de 2010

Juan 3, 8

"El viento sopla por donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquél que es nacido del Espíritu."

Comunicado de José Antonio Pagola07-Enero-2008 -

En los primeros días de este nuevo año de 2008, han aparecido publicados en la página web de la diócesis de Tarazona diversos escritos contra mi libro «Jesús. Aproximación histórica» y contra mi persona. Son cinco firmas diferentes, pero repiten al unísono la misma condena utilizando incluso las mismas frases y expresiones. Como es natural, son muchos los que me preguntan cómo estoy, cómo lo estoy viviendo y qué esta sucediendo. A todos los que, en estos momentos, se interesan por mí y sufren conmigo les quiero decir una palabra de aliento.

1. Lo primero que quiero expresaros es que, en el fondo, todo esto me está haciendo bien. Me purifica, me obliga a agarrarme a Jesús y me está llevando a identificarme un poco más con él. Si acierto a vivirlo desde Jesús, esto puede ser una gracia grande para mí, la gran oportunidad de entregarme totalmente a él y seguirle fielmente hasta donde sea necesario.

2. Estoy tratando de vivir todo este proceso desde dentro. Pocas veces había orado con tanta verdad ciertos salmos. Pocas veces había celebrado la eucaristía tan identificado con ese Jesús «entregado» por los demás. Estoy repitiendo mucho el salmo 86: en estos momentos me parece escrito especialmente para mí. Durante el día, repito esas invocaciones breves que aparecen en los evangelios y que me ayudan a vivir unido a Jesús. «Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero». «Te seguiré adonde vayas». «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». «Padre, si es posible, pase de mí este caliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú»… En fin, hago lo que puedo. En Jesús encuentro fuerza y paz. ¿Qué importa que me consideren hereje y arriano? Sólo Dios, ese Dios encarnado en Jesús, conoce lo que hay en mi corazón.

3. Algo que estoy trabajando mucho dentro de mí estos días son los sentimientos hacia quienes me condenan. Estoy escuchando desde dentro las palabras de Jesús a sus seguidores: «No juzguéis a nadie… No condenéis a nadie. Perdonad». Conozco bien los sentimientos de Jesús. Por eso rezo por los que me rechazan. Lo hago con nombres y apellidos. Pienso de verdad que, en el fondo, no saben lo que están haciendo. No quiero dejar entrar en mi corazón reacciones, sospechas, prejuicios o sentimientos que nunca saldrían del corazón de Jesús. Le pido a él que me ayude a poner un poco de luz, de cordura humana y de sensatez evangélica en este tipo de conflictos que, en buena parte, brotan a causa de la profunda crisis que estamos sufriendo todos, sin saber exactamente cómo caminar hacia un futuro más fiel al Evangelio.

4. Quiero vivir todo esto desde una actitud de conversión a Dios. Con ser muy importante, creo que nuestro problema principal no es la precisión teológica en la formulación de la doctrina de la Iglesia. Lo primero es despertar y potenciar nuestra conversión a Dios, siguiendo de cerca los pasos, las actitudes y el espíritu de ese querido Jesús en el que se ha encarnado y revelado. Creo que, alimentando entre nosotros la mutua descalificación y condena, no estamos caminando hacia la conversión que necesitamos en la Iglesia.

5. Naturalmente, estoy sufriendo. Es normal. Sufro, sobre todo, al ver sufrir a las hermanas con las que vivo, a mis seres queridos, a mis amigas y amigos. A veces, no sé que decirles, ni cómo explicarles lo que está sucediendo. A algunos los veo desconcertados y apenados. Se me parte el alma. Pienso también en lo que pueden sufrir pronto el obispo de Tarazona y quienes me condenan, al menos si leen y escuchan lo que se está diciendo contra ellos. ¿Es necesario este tipo de sufrimiento? ¿Es el sufrimiento exigido por nuestra conversión a Jesús? No lo sé. Yo lo quiero vivir tratando de humanizarlo y orientarlo hacia la búsqueda de una Iglesia más fiel al evangelio.

6. Sufro al vivir en estos momentos una experiencia extraña que nunca antes había conocido. Siento que algunos sectores de la Iglesia quieren acallar mi voz y apagarla. Según ellos, hace daño a la Iglesia. Quiero escucharlos sinceramente para ver si me ayudan a ajustar mejor mi mensaje al espíritu del evangelio de Jesús. Por ahora, todo esto no me desalienta sino que me estimula. Jesús me está llevando a amar cada vez más a la Iglesia. Por eso, no me contento con una Iglesia cualquiera. La quiero ver cada día más fiel a Jesús, más llena de su Espíritu. Por eso, seguiré empeñado en esta tarea, escuchando a quienes me ayuden a vivir de manera más evangélica y aportando, por mi parte, mi pequeño «grano de mostaza». Por fin, Jesús me está dando fuerzas para amar más a la Iglesia que a mi propia tranquilidad, mi imagen o mi prestigio personal.

7. Mientras tanto, estos días voy preparando mi espíritu para responder a tanto ataque y condena. Quiero encontrar el tono evangélico adecuado y palabras buenas, claras, constructivas y esperanzadoras. Lo importante para mí no es defender mi libro. Es fruto muy querido de muchos años de reflexión y meditación, pero no deja de ser una aportación modesta dentro de la ingente tarea de conversión que le espera a la Iglesia en los próximos años, si quiere sobrevivir entre nosotros. Lo que busco es que no seamos los teólogos ni los obispos los que cerremos a la gente sencilla las puertas para encontrarse con Jesucristo, el único que puede salvar a nuestra Iglesia. Me esforzaré por mostrar mi verdad humana, cristiana y teológica con mi vida, más que con mis escritos.

José Antonio Pagola
Fiesta de la Epifanía del Señor

No hay comentarios:

Publicar un comentario