JUAN ALEMANY
No es apropiado tomar los evangelios como crónicas históricas, en el sentido moderno de la palabra; mucho menos, los relatos de la infancia. Particularmente estos últimos, son composiciones teológicas orientadas a vehicular una confesión de fe: lo que les importa realmente a sus autores es transmitir, del modo más comprensible e incluso “visual”, las grandes convicciones a las que han llegado –y que se comparten en sus comunidades-. Aquí radica su genio.
Lo que ocurrió después fue que, desconociendo el modo y la intencionalidad de estas narraciones, se leyeron y entendieron de una manera literal, hasta el punto de incorporarlas, con esa misma literalidad, al conjunto de las creencias cristianas, llevando necesariamente a callejones sin salida.
Los evangelios pues, no son unos informes documentales, sino testimonios de creyentes, escritos a la luz de la Pascua de Resurrección, con la finalidad de comunicarnos su fe.
De los cuatro evangelistas, Juan nos dice que en el principio, el Verbo estaba en Dios.
Marcos cuenta la vida de Jesús a partir de su bautismo. Mateo y Lucas al igual que Marcos escriben el evangelio desde el bautismo de Jesús como comienzo de su vida pública, pero cuando se metieron en la infancia, no encontraron nada. Es decir de Jesús ,sabemos los tres últimos años de su vida..
Y ¿qué hicieron? Pues construir un belén para trasmitir su fe, y escribieron la mas bella historia jamás contada y que casi 2000 años después continúa despertando sentimientos de paz, amor y solidaridad.
Cuentan que María y José estaban en Nazaret y como consecuencia de la orden de empadronamiento del emperador Cesar Augusto, se desplazaron a Belén para proceder a su empadronamiento. Es decir, ponen a María y José en camino. Navidad es estar en camino. El cristianismo es caminar. Un cristiano sentado, jamás llegará a Belén a celebrar la Navidad.
Cuando llegan a Belén, no encuentran alojamiento y tienen que refugiarse en una cueva. Y allí sucede el nacimiento y María acuesta al Niño en un pesebre.
Algo nos quieren decir. Una cueva no tiene puertas. Dios nace donde no hay puertas. Solo en los corazones abiertos, nace Dios.
Además, el pesebre, el comedero. Allí es depositado el Niño que luego se ofrecerá como: Yo soy el pan de vida
Una vez nacido el Niño ¿qué sucede? pues que llegan los primeros invitados, los pastores.
Y ¿quiénes son los pastores? Pues gente humilde, nómadas que caminan, siempre en movimiento, siempre en guardia, abiertos los ojos en la noche, despiertos y atentos a todo lo que ocurre.
Vivir es despertar cada día y el cristiano en cada amanecer de su vida, debe tener la mente y el corazón despiertos y abiertos a la Navidad que viene.
Otros invitados son los Magos. Los Magos eran extranjeros, astrólogos de Persia, leían el porvenir, hacían horóscopos y no eran muy bien vistos.
Pero al igual que María, José y los pastores, eran gente caminante, siempre investigando, buscando y buscando encuentran al Niño
Nuevamente el evangelista nos lanza un mensaje: es mejor un pagano en actitud positiva de búsqueda de la Verdad, que un cristiano inactivo. Toda persona de buena fe que busca, acaba topándose con Dios.
Ya tenemos el belén montado. Y ¿no hay nadie más? pues no. Es curiosa esta manera de contar el nacimiento de Jesús, no solo por lo que dicen, sino por lo que no dicen, pero sí dicen.
No están invitados el rey, ni los sacerdotes ni los sabios, ni los escribas que interpretaban la ley, ni los fariseos, los cumplidores de la ley, ni el representante de emperador. Pues bien, treinta años más tarde, todos esos personajes, cuando ese Niño muera en la cruz, estarán presentes y serán los que le acusen, juzguen y crucifiquen.
Este es el sentido que los evangelistas nos quieren trasmitir: todos los que no están en su nacimiento, mas tarde lo matan. Los que no celebran la Navidad, pronto o tarde matan a su Dios.
La verdadera Navidad es el nacimiento del Niño Dios, cada día en nuestro corazón, si no, es que no hemos entendido la Navidad.
Eclesalia.net
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