lunes, 31 de mayo de 2010


Habitados por la Trinidad

“Si alguno me ama guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14,23).

Se parece a Jesús quien recorre el camino del amor. Guarda la palabra de Jesús, y se le convierte en agua viva que murmura dentro, quien actúa a favor del ser humano. La práctica del amor hace presente a Dios Trinidad en medio de nosotros, en nuestro propio corazón. Cada uno de los orantes se convierte en morada de Dios, en tienda del encuentro con Él.

La Trinidad es el misterio central de la fe cristiana, un misterio insondable de relación y comunicación personal entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La Trinidad es lo más importante que hay en nuestra vida.

Este es el proyecto que brota de la sabiduría y bondad del Padre, que el Hijo llevó a cabo en la tierra estableciendo el reino, y que el Espíritu, agua viva que todo lo renueva, mantiene vivo en el corazón de la historia (cf LG 2-4).

El núcleo de la vida cristiana es la vida de amor, que se nos da como participación del misterio de la Trinidad. La realidad última y más profunda es vida y es amor. Este es el fundamento de la esperanza cristiana, en medio de un mundo de muerte y de odio.

El misterio de la Trinidad es una fiesta de silencio y de adoración con que el orante se alimenta. “Pacifica mi alma, haz de ella tu morada más querida...Que nunca te deje solo allí, sino que esté por entero allí contigo, bien alerta en mi fe, en total adoración y completamente entregada a tu acción creadora” (Beata Isabel de la Trinidad).

VIVIR EN EL MISTERIO DE LA TRINIDAD

El cristiano hecho partícipe de la filiación divina, vive en Cristo y Cristo en él (Gal 2,20), y por Cristo recibe el don del Espíritu. Este habita en el cristiano como en un templo (1Cor 6,19); es germen de vida gloriosa (Rom 8,11); nos hace clamar: Abba, Padre (Rom 8,15ss).

Bautizados en su nombre, en su nombre adentrados en la Eucaristía, acompañados por El en la realización de los proyectos del reino, los orantes estamos llamados a vivir este gran don de comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en nuestros corazones.

El misterio de la Santísima Trinidad, de la comunión y dinamismo que suscita, de la gracia misericordiosa y la transformación que realiza en el corazón del ser humano y en la historia, es la raíz, el tronco y los frutos de toda espiritualidad cristiana.

Parecerse a Dios. “Sólo el que vive la caridad puede entender la Trinidad y parecerse a ella” (San Agustín). La donación total de las Tres Personas, su plena generosidad, es una hermosa lección para nosotros, tan dados a desear y defender nuestra propiedad, incluido el amor.

El Dios Uno y Trino es comunión de amor, y se da creando unidad y alentando en el mundo estructuras de comunión y de diálogo de pensamientos, palabras y corazones. Al ser en sí mismo vida y amor, es para nosotros y en nosotros para todos, fuente de vida y de amor. Sin experiencia de la Trinidad no habrá iglesia, ni familia, ni comunidad: “que todos sean uno...en nosotros” (Jn 17,21).

De la contemplación de la belleza de Dios pasamos a la acogida y apertura a los otros, a la solidaridad que comparte, al perdón que reconcilia y une voluntades. Sentimos la urgencia de ir poniendo en todas partes el sello de la Trinidad, de humanizar el planeta y tejer cada día la túnica de la paz.

La creación es el hogar de la Trinidad. Basta pararse, hacer silencio, y mirar con profundidad para ver la huella de Dios en todo y cantarla con salmos de adoración y de alabanza: “Y yéndolos mirando con sola su figura, vestidos los dejó de hermosura” (San Juan de la Cruz).

Libros


Os recomendamos las siguientes lecturas:
Edith Stein: Antropología y dignidad de la persona humana






El mirar de Dios es amar
Claves sanjuanistas para la vivencia del amor.
Sin duda estamos frente a un nuevo libro que nos acerca vivencialmente a la doctrina de JUan de la Cruz, y de un modo sencillo y práctico.
Este título forma parte de la Colección Claves que dirige el CITeS y que pretende ofrecer estudios que ayuden a un acercamiento práctico a los místicos.
Según afirma el autor en la dedicatoria al lector: "Decantarme por este título me ha costado más que escribir el libro". Confiesa de esta manera el esfuerzo por sintetizar el contenido de su escrito en una experiencia del mismo santo. El objetivo de todo el libro es hacernos tomar conciencia, por diversos caminos y recursos, de esa mirada transformante que asume a quien es mirado y lo colma de mercedes. Se trata de una mirada que abarca a todo el ser humano en su identidad y en su actuar.

sábado, 29 de mayo de 2010

Fiesta de Pentecostés 2010



Aqui compartimos algunas fotografias de la fiesta de Pentecostes.
Desde aqui queremos hacer llegar a tod@s nuestra gratitud por vuestra acogida y respuesta

jueves, 20 de mayo de 2010

Peregrinación a Caravaca de la Cruz día 26 de Junio

Cartel de la Peregrinacion a Caravaca de la Cruz que se realizará el día 26 de Junio del 2010


Pulsar aquí para descargar el documento.
(opción Download)


Quienes deseen más información o participar de esta Peregrinación ponganse en contacto con nosotr@s.

miércoles, 19 de mayo de 2010

viernes, 14 de mayo de 2010

50 Aniversario de la Diócesis Segorbe-Castellón

Este año se celebra el 50 Aniversario de la Diócesis Segorbe-Castellón y para ello se han organizado una serie de actos conmemorativos.

Desde este espacio queremos compartir con todos vosotros la información sobre la programación de estos actos, que para tal efecto han sido preparados, y así podáis acudir.

En la columna de la izquierda, os facilitamos un enlace dónde podréis encontrar información sobre los actos conmemorativos.


También os invitamos desde aquí, si tenéis ocasión, a visitar la exposición itinerante de la cuál os anticipamos la siguiente información:

"La exposición narra, a los largo de los diferentes paneles y de manera gráfica, la génesis de la nueva reordenación diocesana de la diócesis de Segorbe como de Segorbe-Castellón, y sus cincuenta años de andadura. Con el Decreto Consistorial "Tarraconenses-Valentinae et aliarum", de 1957, los territorios de la archidiócesis de Valencia del valle del Mijares y Gátova pasaron a la diócesis de Segorbe, transfiriendo a la de Valencia los territorios de Segorbe en dicha provincia. Es con el Decreto "Valentina-Segobricense-Dertosense", del 31 de mayo de 1960, cuando se configura una nueva realidad eclesiástica en el territorio de la provincia de Castellón. Al mismo tiempo, se eleva, por bula de Juan XXIII, la Iglesia de Santa María de Castellón a Concatedral y a Castellón como ciudad episcopal sin detrimento de los derechos de la sede segorbina.

La muestra presenta, teniendo presente la historia de los antiguos Obispados de Segorbe, Tortosa, Teruel y Valencia, la plasmación de la nueva configuración diocesana, el Concilio Vaticano II en la diócesis, la Curia, seminarios y comunidades religiosas, movimientos laicales, la labor misionera de la diócesis en Burkina Fasso y Chile, y la presencia del arte religioso moderno en el obispado. También se hace especial hincapié en la figura de los cuatro prelados que han regido la sede hasta la fecha".


Os dejamos este video que narra nuestra historia.


Documentación:http://www.obsegorbecastellon.es/

domingo, 9 de mayo de 2010

Mensaje del Papa para la Jornada Mundial del Enfermo 2010


“La enfermedad puede convertirse en escuela de esperanza”

CIUDAD DEL VATICANO, jueves 3 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación el mensaje del Papa Benedicto XVI con ocasión de la 18ª Jornada Mundial del Enfermo, que se celebrará el 11 de febrero de 2010.



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¡Queridos hermanos y hermanas!

El próximo 11 de febrero, memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes, se celebrará en la Basílica Vaticana la XVIII Jornada Mundial del Enfermo. La feliz coincidencia con el 25º aniversario de la institución del Consejo Pontificio para los Agentes Sanitarios constituye un motivo más para agradecer a Dios el camino recorrido hasta ahora en el sector de la pastoral de la salud. Deseo de corazón que ese aniversario sea ocasión para un celo apostólico más generoso en el servicio a los enfermos y a todos los que cuidan de ellos.

Con la Jornada Mundial del Enfermo anual la Iglesia intenta, en efecto, sensibilizar sobre el terreno a la comunidad eclesial sobre la importancia del servicio pastoral en el vasto mundo de la salud, servicio que es parte integrante de su misión, ya que se inscribe en el surco de la misma misión salvífica de Cristo. Él, Médico divino, "pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo" (Hechos. 10,38). En el misterio de su pasión, muerte y resurrección, el sufrimiento humano alcanza el sentido y la plenitud de la luz. En la Carta apostólica Salvifici doloris, el Siervo de Dios Juan Pablo II tiene palabras iluminadoras al respecto: "El sufrimiento humano -escribió él- ha alcanzado su culmen en la pasión de Cristo. Y a la vez ésta ha entrado en una dimensión completamente nueva y en un orden nuevo: ha sido unida al amor, a aquel amor del que Cristo hablaba a Nicodemo, a aquel amor que crea el bien, sacándolo incluso del mal, sacándolo por medio del sufrimiento, así como el bien supremo de la redención del mundo ha sido sacado de la cruz de Cristo, y de ella toma constantemente su arranque. La cruz de Cristo se ha convertido en una fuente de la que brotan ríos de agua viva" (n. 18).

El Señor Jesús en la Última Cena, antes de volver al Padre, se inclinó para lavar los pies a los Apóstoles, anticipando el supremo acto de amor de la Cruz. Con ese gesto ha invitado a sus discípulos a entrar en su misma lógica del amor que se da especialmente a los más pequeños y a los necesitados (cf. Juan 13, 12-17). Siguiendo su ejemplo, todo cristiano está llamado a revivir, en contextos diversos y siempre nuevos, la parábola del buen Samaritano, el cual, pasando al lado de un home dejado medio muerto por los ladrones en el borde del camino, "al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva" (Lucas 10, 33-35).

Al final de la parábola, Jesús dice: "Vete y haz tú lo mismo" (Lucas 10,37). Con estas palabras se dirige también a nosotros. Nos exhorta a descender a las heridas del cuerpo y del espíritu de tantos hermanos y hermanas nuestras que encontramos en los caminos del mundo; nos ayuda a comprender que, con la gracia de Dios acogida y vivida en la vida de cada día, la experiencia de la enfermedad y del sufrimiento puede convertirse en escuela de esperanza. En verdad, como he afirmado en la Encíclica Spe salvi, "Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito" (n. 37).

Ya el Concilio Ecuménico Vaticano II recordaba la importante tarea de la Iglesia de atender el sufrimiento humano. En la constitución dogmática Lumen gentium leemos que "como Cristo... he sido enviado por el Padre 'para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos' (Lucas 4,18), 'a buscar y salvar lo que estaba perdido' (Lucas 19,10); de manera semejante la Iglesia abraza a todos los afligidos por la debilidad humana, más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en aliviar sus necesidades y pretende servir en ellos a Cristo" (n. 8).

Esta acción humanitaria y espiritual de la comunidad eclesial hacia los enfermos y los que sufren a lo largo de los siglos se expresa en múltiples formas y estructuras sanitarias también de carácter institucional. Querría aquí recordar las que están directamente gestionadas por las diócesis y las que han nacido de la generosidad de varios Institutos religiosos. Se trata de un precioso "patrimonio" que responde al hecho de que "el amor necesita también una organización, como presupuesto para un servicio comunitario ordenado" (encíclica Deus caritas est, 20). La creación del Consejo Pontificio para los Agentes Sanitarios, hace veinticinco años, forma parte de esa solicitud eclesial por el mundo de la salud. Y debo añadir que, en el actual momento histórico-cultural, se experimenta todavía más la exigencia de una presencia eclesial atenta y sobre el terreno al lado de los enfermos, así como de una presencia en la sociedad capaz de transmitir de manera eficaz los valores evangélicos para la tutela de la vida humana en todas sus fases, desde su concepción hasta su fin natural.

Querría aquí retomar el Mensaje a los pobres, a los enfermos y a todos los que sufren, que los Padres conciliares dirigieron al mundo al final del Concilio Ecuménico Vaticano II: "Todos vosotros que sentís más el peso de la cruz --dijeron-- ... vosotros que lloráis... vosotros los que experimentáis el dolor, tened ánimo: vosotros sois los preferidos del reino de Dios, el reino de la esperanza, de la bondad y de la vida; vosotros sois los hermanos de Cristo paciente y con El, si queréis, salváis al mundo". Agradezco de corazón a las personas que, cada día, " realizan un servicio para con los que están enfermos y los que sufren", haciendo que "el apostolado de la misericordia, al que se dedican, responda cada vez mejor a las nuevas exigencias" (Juan Pablo II, constitución apostólica. Pastor Bonus, art. 152).

En este Año Sacerdotal, mi pensamiento se dirige particularmente a vosotros, queridos sacerdotes, "ministros de los enfermos", signo e instrumento de la compasión de Cristo, que debe llegar a todo hombre marcado por el sufrimiento. Os invito, queridos presbíteros, a no escatimar al ofrecer vuestro cuidado y consuelo. El tiempo transcurrido al lado de quien se encuentra en la prueba se revela fecundo de gracia para todas las demás dimensiones de la pastoral. Me dirijo finalmente a vosotros, queridos enfermos, y os pido que recéis y ofrezcáis vuestros sufrimientos por los sacerdotes, para que puedan mantenerse fieles a su vocación y su ministerio sea rico en frutos espirituales, a beneficio de toda la Iglesia

Con esos sentimientos, imploro sobre los enfermos, así como sobre los que les asisten, la maternal protección de María Salud de los Enfermos, y a todos imparto de corazón la Bendición Apostólica.

Desde el Vaticano, 22 de Noviembre de 2009, Solemnidad de N.S. Jesucristo, Rey del Universo.

BENEDICTUS PP. XVI



[Traducción del original italiano por Patricia Navas

© Libreria Editrice Vaticana]