domingo, 31 de octubre de 2010

VELAD CONMIGO

Vigilia de Oración

Se trata de un encuentro Diocesano de oracion cada mes a las 22h para preparar la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid (JMJ 2010)

El dia 5 de Noviembre en la Iglesia Seminario de Segorbe, a las 22h.

Nuestra Diocesis está preparando estas Jornadas de la juventud con  distintos actos que os iremos informando a su debido tiempo.
Desde aqui queremos hacernos eco de este acontecimiento tanto para la Iglesia Diocesana como toda la Iglesia universal.
¡LEVANTETE! ¡PREPARATE para este encuentro con Cristo!

ASAMBLEA GENERAL DE CONFER SEGORBE-CASTELLON 2010

 GRACIAS A TODOS LOS QUE OS HICISTEIS PRESENTES
 Como viene siendo habitual el dia 23 de octubre tuvo lugar la Asamblea General de nuestra CONFER Segorbe- Castellon.En ella, entre otros puntos del orden del dia, se presento, y se voto los nuevos estatutos, asi como la eleccion de nuevos vocales. Desde aqui le damos las gracias, de manera especial a Mª Angeles Gonzales, Carmelita de Vedruna, que durante un año ha prestado un gran servicio a esta CONFER Diocesana y que por motivos de trabajo no puede continuar en la Junta Directiva. Tambien queremos dar la bienvenida a los nuevos miembros asi como nuestra gratitud por su disponibilidad y generosidad en esta tarea que                    emprendemos en este año.

jueves, 28 de octubre de 2010

¿PUEDO CAMBIAR?

JOSE ANTONIO PAGOLA
Lucas narra el episodio de Zaqueo para que sus lectores descubran mejor lo que pueden esperar de Jesús: el Señor al que invocan y siguen en las comunidades cristianas «ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido». No lo han de olvidar. Al mismo tiempo, su relato de la actuación de Zaqueo ayuda a responder a la pregunta que no pocos llevan en su interior: ¿Todavía puedo cambiar? ¿No es ya demasiado tarde para rehacer una vida que, en buena parte, la he echado a perder? ¿Qué pasos puedo dar?

Zaqueo viene descrito con dos rasgos que definen con precisión su vida. Es «jefe de publicanos» y es «rico». En Jericó todos saben que es un pecador. Un hombre que no sirve a Dios sino al dinero. Su vida, como tantas otras, es poco humana. Sin embargo, Zaqueo «busca ver a Jesús». No es mera curiosidad. Quiere saber quién es, qué se encierra en este Profeta que tanto atrae a la gente. No es tarea fácil para un hombre instalado en su mundo. Pero éste deseo de Jesús va a cambiar su vida.

El hombre tendrá que superar diferentes obstáculos. Es «bajo de estatura», sobre todo porque su vida no está motivada por ideales muy nobles. La gente es otro impedimento: tendrá que superar prejuicios sociales que le hacen difícil el encuentro personal y responsable con Jesús. Pero Zaqueo prosigue su búsqueda con sencillez y sinceridad. Corre para adelantarse a la muchedumbre, y se sube a un árbol como un niño. No piensa en su dignidad de hombre importante. Sólo quiere encontrar el momento y el lugar adecuado para entrar en contacto con Jesús. Lo quiere ver.

Es entonces cuando descubre que también Jesús le está buscando a él pues llega hasta aquel lugar, lo busca con la mirada y le dice: "El encuentro será hoy mismo en tu casa de pecador". Zaqueo se baja y lo recibe en su casa lleno de alegría. Hay momentos decisivos en los que Jesús pasa por nuestra vida porque quiere salvar lo que nosotros estamos echando a perder. No los hemos de dejar escapar.

Lucas no describe el encuentro. Sólo habla de la transformación de Zaqueo. Cambia su manera de mirar la vida: ya no piensa sólo en su dinero sino en el sufrimiento de los demás. Cambia su estilo de vida: hará justicia a los que ha explotado y compartirá sus bienes con los pobres. Tarde o temprano, todos corremos el riesgo de "instalarnos" en la vida renunciando a cualquier aspiración de vivir con más calidad humana. Los creyentes hemos de saber que un encuentro más auténtico con Jesús puede hacer nuestra vida más humana y, sobre todo, más solidaria.
(Eclesalia. net)

ESPERAR POR OTRO

JULIO ALONSO AMPUERO
Uno de los relatos más sorprendentes del evangelio es el del paralítico llevado por cuatro hombres. Sorprendente en muchos aspectos. Ante todo, por la singularidad de introducir el camastro por el techo de la casa. Es verdad que las casas de Palestina en el siglo I eran fáciles de «desmontar». Pared de adobe y tejado de cañas y barro. Nada tenían que ver con nuestras modernas construcciones de hormigón. Bastaba levantar unas cañas… y ahí estaba el enfermo, a los pies de Jesús. Si no había manera de entrar por la puerta, se hacía por el techo. El caso era llegar al Maestro. Como en tantos episodios evangélicos, desconocemos el nombre del enfermo y de sus porteadores. Pero sabemos algo esencial de ellos: tenían fe. Una fe capaz de subirse al tejado, desmontarlo y hacer bajar al paralítico justo delante de Jesús.

El propio evangelista lo dice: «Viendo Jesús la fe de ellos…» ¿También del paralítico? No lo sabemos. El «ellos» puede incluir a los cinco o sólo a los camilleros. En todo caso, el plural nos indica que son más de uno los que creen. El paralítico no podía hacer nada. Tampoco ellos podían curarle. Pero podían hacer una cosa: ponerle a los pies de Jesús. Él se encargaría de lo demás. El hecho de transportarle hasta Jesús y la fe con que lo hacen nos insinúa que esperaron por él. Tuviera o no él esta misma fe, en todo caso ellos confiaron este hombre a Jesús. Y se desencadenó el milagro. Porque la fe es la puerta que deja libres las manos a Dios para hacer cosas grandes. Lo que ocurre supera con creces lo que ellos esperaban. No sólo la sanación física, sino sobre todo la sanación espiritual («Hijo, tus pecados quedan perdonados»). Con gran escándalo de los fariseos de turno, por cierto. Ellos no han curado al enfermo. Menos aún han perdonado sus pecados. Pero le han puesto ante Jesús. Han esperado por él.

Esto es interceder. Hay mucha gente paralítica en su alma. Agarrotada por el pecado, por la pereza, por la indolencia. Nosotros no podemos cambiarlos. Pero podemos presentarlos a Jesús. Podemos esperar por ellos. Llevándolos en nuestro corazón, lleno de fe y amor. De fe y confianza en Jesús como aquellos cuatro, aunque haya que superar dificultades.

Y también lleno de amor, como el de aquella otra gran intercesora, la mujer cananea, que sentía como propio el mal de su hija: «Señor, ten compasión de mí; mi hija tiene un demonio muy malo» (Mt 15,22).
Muchas veces se piensa –y se dice– que ante determinadas situaciones no hay nada que hacer. Esto indica falta de fe, pues «para Dios nada hay imposible» (Lc 1,37). Siempre podemos hacer algo: interceder, esperar por otro. Eso está al alcance de cualquiera que tenga fe. No todos podemos predicar o realizar grandes proyectos de caridad. Pero todos podemos interceder. Y entonces acontece el milagro, porque es Dios quien lo realiza… aunque haya que desmontar algún tejado.

(Texto bíblico: Mc 2,1-12)

lunes, 11 de octubre de 2010

LA PROSTITUTA CONVERTIDA EN ESPOSA

JULIO ALONSO AMPUERO

No es difícil suponer lo que hay en el corazón de una mujer prostituta. Al vender su cuerpo dilapida su dignidad. Tira a la basura algo muy sagrado. Se convierte en puro objeto de uso y consumo. Es difícil imaginar una degradación mayor. Y lo peor de todo es la sensación de que esa pérdida es irreparable, la convicción de que ya nunca podrá recobrar su dignidad de mujer, la certeza de que nadie podrá restituirle su mayor tesoro.

Tal era probablemente la situación de aquella mujer de Magdala. Había aprendido bien su oficio. Conocía todas las artes para seducir a los hombres. Pero había quedado atrapada en ellas. Era esclava de sí misma. Ahora sólo experimentaba vacío y horror; un horror insuperable respecto de sí misma y de todo lo que hacía; un asco indecible de su propio cuerpo…

Abominaba de los hombres. Cada hombre era un cliente potencial, pero también alguien que le ayudaría a hundirse más en su propio fango; alguien que al utilizarla una vez más la hacía más despreciable. Por eso los odiaba. Sin embargo, su corazón albergaba aún ese deseo incontenible de ser amada. Por eso le dio un vuelco el corazón al descubrir que aquel hombre la miraba de manera distinta. Sentía que aquella mirada la dignificaba, la elevaba.

No le costó averiguar dónde se hospedaba el rabí de Nazaret. Y corrió hacia allí. No acababa de entender lo que pasaba en su interior. Sentimientos contradictorios de alegría y dolor bullían en ella con fuerza. Un gozo nuevo inundaba su ser: la alegría de sentirse amada por sí misma. Pero también la anegaba un dolor inmenso: el haber pisoteado el amor. Las lágrimas fluían de sus ojos y experimentaba con gratitud que este llanto la regeneraba. Sí, las lágrimas parecían lavarla y convertirla en una mujer nueva. Era bautizada en sus lágrimas. Y en lo profundo de su corazón emergía la paz; una paz nueva, desconocida…

Por eso no le sorprendió cuando el Maestro le dijo: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz». Era justamente eso lo que estaba experimentando: salvación y paz, mucha paz. De ella habían salido siete demonios. El amor gratuito e incondicional del rabí de Nazaret la había liberado para siempre. A partir de ese día María conoció el amor. Experimentó la dicha de ser amada y de amar. Su corazón quedó adherido indefectiblemente al Maestro y le seguía por los pueblos y ciudades de Galilea. Y le acompañó hasta el Calvario…

Había conocido al Esposo. Un canto de júbilo brotaba de las raíces más profundas de su ser: «Mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado». Sentía el corazón henchido. Jamás había soñado que fuera posible tanta dicha. Su ser regenerado exultó al reconocer al Resucitado: «¡María!» «¡Maestro!» La llamaba por su nombre y la desposaba para siempre. Sellaba su corazón con un compromiso definitivo. Como la esposa del Cantar, había encontrado por fin al Amado y no le soltaría jamás.

(Lc 7,36-50; Jn 20,11-18)



viernes, 1 de octubre de 2010

DONDE EL VIENTO Y EL ESPIRITU HABLAN. Parábola de luz y libertad para despertar

Autor:     Raúl Berzosa, obispo auxiliar de Oviedo
Editorial: Khaf

Sinopsis:

Una narración para nuestro tiempo que nos permite repensar nuestra vida en clave de apertura de horizontes y de esperanza. El desierto es sinónimo de interioridad y de experiencias radicales; de encuentro con personas y con el Misterio que transforma la existencia.

El autor, en forma de gran parábola, nos invita a descubrir las claves de nuestra sociedad y la forma de cambiarla en profundidad desde el Espíritu. Todo es don y esfuerzo, gracia y libertad.

Este libro puede ser compañero en diversas situaciones y ámbitos: en la pastoral con jóvenes, en la educación religiosa, en la oración personal, en retiros y encuentros

AUMENTANOS LA FE

JOSÉ ANTONIO PAGOLA

De manera abrupta, los discípulos le hacen a Jesús una petición vital: «Auméntanos la fe». En otra ocasión le habían pedido: «Enséñanos a orar». A medida que Jesús les descubre el proyecto de Dios y la tarea que les quiere encomendar, los discípulos sienten que no les basta la fe que viven desde niños para responder a su llamada. Necesitan una fe más robusta y vigorosa. Han pasado más de veinte siglos. A lo largo de la historia, los seguidores de Jesús han vivido años de fidelidad al Evangelio y horas oscuras de deslealtad. Tiempos de fe recia y también de crisis e incertidumbre. ¿No necesitamos pedir de nuevo al Señor que aumente nuestra fe.

Señor, auméntanos la fe. Enséñanos que la fe no consiste en creer algo sino en creer en ti, Hijo encarnado de Dios, para abrirnos a tu Espíritu, dejarnos alcanzar por tu Palabra, aprender a vivir con tu estilo de vida y seguir de cerca tus pasos. Sólo tú eres quien "inicia y consuma nuestra fe".

Auméntanos la fe. Danos una fe centrada en lo esencial, purificada de adherencias y añadidos postizos, que nos alejan del núcleo de tu Evangelio. Enséñanos a vivir en estos tiempos una fe, no fundada en apoyos externos, sino en tu presencia viva en nuestros corazones y en nuestras comunidades creyentes. Auméntanos la fe. Haznos vivir una relación más vital contigo, sabiendo que tú, nuestro Maestro y Señor, eres lo primero, lo mejor, lo más valioso y atractivo que tenemos en la Iglesia. Danos una fe contagiosa que nos oriente hacia una fase nueva de cristianismo, más fiel a tu Espíritu y tu trayectoria.

Auméntanos la fe. Haznos vivir identificados con tu proyecto del reino de Dios, colaborando con realismo y convicción en hacer la vida más humana, como quiere el Padre. Ayúdanos a vivir humildemente nuestra fe con pasión por Dios y compasión por el ser humano. Auméntanos la fe. Enséñanos a vivir convirtiéndonos a una vida más evangélica, sin resignarnos a un cristianismo rebajado donde la sal se va volviendo sosa y donde la Iglesia va perdiendo extrañamente su cualidad de fermento. Despierta entre nosotros la fe de los testigos y los profetas.

Auméntanos la fe. No nos dejes caer en un cristianismo sin cruz. Enséñanos a descubrir que la fe no consiste en creer en el Dios que nos conviene sino en aquel que fortalece nuestra responsabilidad y desarrolla nuestra capacidad de amar. Enséñanos a seguirte tomando nuestra cruz cada día. Auméntanos la fe. Que te experimentemos resucitado en medio de nosotros renovando nuestras vidas y alentando nuestras comunidades.

Eclesalia.net