miércoles, 9 de octubre de 2013

CREDO ACUSTICO

MUY BUENO

CRECER SIN AGRADECER

JOSE ANTONIO PAGOLA
El relato comienza narrando la curación de un grupo de diez leprosos en las cercanías de Samaría. Pero, esta vez, no se detiene Lucas en los detalles de la curación, sino en la reacción de uno de los leprosos al verse curado. El evangelista describe cuidadosamente todos sus pasos, pues quiere sacudir la fe rutinaria de no pocos cristianos.

Jesús ha pedido a los leprosos que se presenten a los sacerdotes para obtener la autorización que los permita integrarse en la sociedad. Pero uno de ellos, de origen samaritano, al ver que está curado, en vez de ir a los sacerdotes, se vuelve para buscar a Jesús. Siente que para él comienza una vida nueva. En adelante, todo será diferente: podrá vivir de manera más digna y dichosa. Sabe a quién se lo debe. Necesita encontrarse con Jesús.

Vuelve “alabando a Dios a grandes gritos”. Sabe que la fuerza salvadora de Jesús solo puede tener su origen en Dios. Ahora siente algo nuevo por ese Padre Bueno del que habla Jesús. No lo olvidará jamás. En adelante vivirá dando gracias a Dios. Lo alabará gritando con todas sus fuerzas. Todos han de saber que se siente amado por él.

Al encontrarse con Jesús, “se echa a sus pies dándole gracias”. Sus compañeros han seguido su camino para encontrarse con los sacerdotes, pero él sabe que Jesús es su único Salvador. Por eso está aquí junto a él dándole gracias. En Jesús ha encontrado el mejor regalo de Dios.

Al concluir el relato, Jesús toma la palabra y hace tres preguntas expresando su sorpresa y tristeza ante lo ocurrido. No están dirigidas al samaritano que tiene a sus pies. Recogen el mensaje que Lucas quiere que se escuche en las comunidades cristianas.

“¿No han quedado limpios los diez?”.¿No se han curado todos? ¿Por qué no reconocen lo que han recibido de Jesús? “Los otros nueve, ¿dónde están?”. ¿Por qué no están allí? ¿Por qué hay tantos cristianos que viven sin dar gracias a Dios casi nunca? ¿Por qué no sienten un agradecimiento especial hacia Jesús? ¿No lo conocen? ¿No significa nada nuevo para ellos?

“¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?”. ¿Por qué hay personas alejadas de la práctica religiosa que sienten verdadera admiración y agradecimiento hacia Jesús, mientras algunos cristianos no sienten nada especial por él? Benedicto XVI advertía hace unos años que un agnóstico en búsqueda puede estar más cerca de Dios que un cristiano rutinario que lo es solo por tradición o herencia. Una fe que no genera en los creyentes alegría y agradecimiento es una fe enferma.
Eclesalia.net

MEDALLA AL MERITO SOCIAL: MERCEDARIOS


La Orden de la Merced, Medalla de Oro al Mérito Social, del Ministerio del Interior

El día 24 de septiembre, fiesta de la Virgen de la Merced, patrona de Barcelona, de Jerez de la Frontera y de las cárceles españolas, el ministro del Interior, Don Jorge Fernández, ha tenido a bien conceder la medalla de oro al Mérito Social a la Orden de la Merced por su compromiso social en su labor pastoral en las cárceles españolas.

El ministro, acompañado de todo su equipo asistió a una Eucaristía de oración por los presos y manifestó al superior y párroco de la comunidad, el P. Alejandro Fernández Barrajón, expresidente de CONFER, que deseaba recuperar una tradición que se había perdido en los últimos años.

Terminada la Eucaristía, la comunidad mercedaria se trasladó al Ministerio de Sanidad, donde recibió de manos del ministro la medalla de oro y el diploma que lo acredita. En medio de una gran cantidad de invitados y periodistas que llenaban el salón de actos, el P. Leoncio López Casillas, secretario provincial de la Merced de Castilla, recibió entre aplausos la medalla de oro.

Es de subrayar que las autoridades civiles reconozcan y apoyen la labor social que tantos religiosos y religiosas desempañan en España al servicio de los más marginados de la sociedad. El ministro destacó en su discurso, este compromiso de la Orden de la Merced con los cautivos de ayer y con las nuevas formas de cautividad de hoy, desde su fundación en Barcelona, hace ahora casi 800 años.

Una eficaz aparición de la Virgen


El 10 de agosto de 1218, san Pedro Nolasco fundó en Barcelona la Orden de la Virgen María de la Merced de la redención de los cautivos, con la participación del rey Jaime I de Aragón y ante el obispo de la ciudad, Berenguer de Palou.



Según un relato del año 1400 la Virgen se había aparecido a Pedro Nolasco diciendo: "Yo soy María, aquella en cuyo vientre asumió la carne el Hijo de Dios, tomándola de mi sangre purísima, para reconciliación del género humano. Soy aquella a la que dijo Simeón. cuando ofrecí mi Hijo en el templo: Mira que éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel; ha sido puesto como signo de contradicción". 

A continuación, la Virgen le encomendó su misión: "es voluntad de Dios que se funde una orden de ese tipo en honor mío; será una orden cuyos hermanos y profesos, a imitación de mi hijo Jesucristo, estarán puestos para ruina y redención de muchos en Israel (es decir, entre los cristianos) y serán signo de contradicción para muchos."

LA RENOVACION QUE NECESITAMOS



La comisión de ocho cardenales, que ha designado el papa Francisco, trabaja intensamente estos días para ofrecer a los cristianos un proyecto de renovación de la Iglesia. No sabemos lo que, en concreto, están preparando y, por tanto, lo que nos van a ofrecer. En cualquier caso, y habida cuenta de las muchas quejas que se oyen contra el clero en general, y más en concreto contra la Curia Vaticana, no sería una sorpresa que el proyecto de renovación que se nos están preparando se centrase principalmente en una depuración de los responsables de tantos casos de corrupción y de escándalo, de los que nos vamos enterando. Y, esto supuesto, preparar una renovación del modelo vigente de gobierno en la Iglesia, reduciendo el papel avasallador que actualmente tiene Roma en la toma de decisiones, dando más participación a los obispos, especialmente a las Conferencias Episcopales, en la gestión de los asuntos, y quizá insistiendo en una mayor participación de los seglares (también las mujeres, por supuesto) incluso en altos cargos de gobierno.

Es evidente que, si todo esto se llevara a cabo, los cambios indicados - si no se quedan en letra muerta - representarían un cambio de época en la historia de la Iglesia y del papado. Sobre todo, si el gobierno de la Iglesia recupera el modelo sinodal, que estuvo en vigor durante el primer milenio de nuestra historia eclesiástica. Nadie duda que esto sería un motivo de notable alegría para cuantos deseamos esa "otra Iglesia" más comunitaria, menos jurídica y más participativa.

Pero la pregunta de fondo, que aquí se plantea, nos confronta con la siguiente cuestión. Por supuesto, todo esto es conveniente, es importante, es sobre todo necesario. Pero, resolviendo los problemas administrativos, que se refieren a la gestión y al gobierno de la Iglesia, ¿con eso, nada más, esta Iglesia que tenemos va a responder a las cuestiones de fondo que hoy se plantean tantas personas de buena voluntad, que le buscan un sentido a sus vidas y una solución a este mundo tan desquiciado?

Mi convicción, en este orden de cosas, es la siguiente: la Iglesia no tiene solución mientras no ponga en el centro de su vida el mensaje fundamental y desconcertante del Evangelio. Ahora bien, el problema capital, que aquí encontramos, está en que el centro de la vida de la Iglesia no es el Evangelio, sino la Religión, con sus "dogmas", sus "leyes" y sus "ritos". Esto supuesto, el problema no se resuelve manteniendo los "dogmas", reforzando las "leyes", y haciendo que los "ritos" resulten más solemnes o más fáciles, con tal que se observen. Todo esto no servirá sino para que la Religión cobre fuerza y la gente sea más "religiosa". Pero, si es que ponemos en eso la renovación de la Iglesia, lo que se consigue es que seremos más "religiosos", pero menos "evangélicos".

¿Por qué digo estas cosas? Porque, si algo hay claro en los evangelios, es que Jesús se puso de parte de los enfermos, de los pobres y de los marginados enfrentándose a muerte con la Religión. De manera que este enfrentamiento es central en los evangelios, en la vida y en el mensaje de Jesús. En la Iglesia tenemos miedo a afrontar esta toma de postura que asumió Jesús. Tenemos mucho miedo a que se nos juzgue según el texto tremendo de Mt 25, 31-47. Tenemos miedo a quedarnos sin religión y solamente con lo que hemos hecho o hemos dejado de hacer por los que sufren. Tenemos miedo, sobre todo, a tomar en serio las palabras tremendas que, un día, Dietrich Bonhoeffer escribió desde la cárcel del Tegel, poco antes de ser asesinado por los nazis: "Dios nos hace saber que hemos de vivir como hombres que logran vivir sin Dios. ¡El Dios que está con nosotros es el Dios que nos abandona (Mc 15, 34)! El Dios que nos hace vivir en el mundo sin la hipótesis de trabajo Dios, clavado en la cruz, permite que lo echen del mundo. Ante Dios y con Dios vivimos sin Dios. Dios clavado en la cruz, permite que lo echen del mundo. Dios es impotente y débil en el mundo, y precisamente sólo así está Dios con nosotros y nos ayuda. Mt 8, 17 ("Para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias") indica claramente que Cristo no nos ayuda por su omnipotencia, sino por su debilidad y por sus sufrimientos".

Lo que nos da miedo es quedarnos con esta postura ante Dios. Solamente con esto. Sin dogmas, ni leyes, ni ritos a que agarrarnos, sino únicamente con nuestra identificación con el inmenso sufrimiento de los demás, el inmenso sufrimiento de este mundo en el que tanto se sufre.

José M. Castillo

ENTREVISTA CON EL PAPA FRANCISCO

ELOGIO A LA BONDAD: PAPA FRANCISCO

Lo que más me llama la atención del papa Francisco es su bondad. La bondad no es hacer “el bien”. Es eso, por supuesto. Pero es más que eso. Porque, a fin de cuentas, ¿qué es hacer el bien? Eso depende de quién dica lo que está bien y lo que está mal. Hasta 1975, en España, estaba mal votar a los gobernantes. Y lo que estaba bien era callarse y someterse. Desde el día en que se aprobó la vigente Constitución Española, está bien ir a votar, mientras que está mal no tomar parte activa y comprometerse en mejorar la gestión de la “cosa pública”, según lo que cada cual piensa y dentro de los límites que permite la Constitución y la ética de la gente decente. La bondad es siempre una forma de relacionarse alguien con los demás. Hay una prueba muy sencilla para ver hasta dónde llega la bondad de una persona. Lo dije ya, hace tiempo: “el espejo del comportamiento ético no es la propia conciencia, sino el rostro de quienes viven conmigo. Cuando este rostro expresa paz, esperanza, alegría y felicidad, porque mi comportamiento genera todo eso, entonces es evidente que mi conducta es éticamente correcta”. La bondad no se predica, ni se enseña, ni se impone. La bondad se contagia. El que es bondadoso, crean un clima de bondad. Y eso cambia la vida. La de uno. Y la de los demás. Ser siempre bondadoso, reconocer los propios límites y la las propias contradicciones. Sólo así podremos hacer que, pase o no pase la crisis, viviremos mejor. Y nos sentiremos mejor. Ya sé que esto no es la panacea universal. Sería ingenuo pensar que sólo con el “buenismo” se arregla el mundo. No. Entre otras razones porque la bondad lleva consigo no quedarse callados y pasivos cuando uno ve sufrir, y sufrir tanto, a los más débiles. El que se calla, en tales condiciones, no se distingue por su bondad, sino por su cobardía, por su miedo, por intereses inconfesables. Eso no es bondad. Eso da vergüenza verlo, sufrirlo y hasta pensarlo. En todo caso y pase lo que pase, no nos cansemos jamás de ser buenos, siempre orientados y guiados por la más desconcertante bondad. Porque, es un hecho, la bondad es lo que más nos asusta y hasta nos desconcierta.
Jose Mª Castillo