Sin duda, uno de los sufrimientos mayores que una persona puede experimentar es que su amor no sea correspondido; más aún, que aquel a quien ha entregado su corazón, su persona entera, su vida... le traicione. El amor es lo más grande y lo más hermoso que posee una persona; por eso, no hay dolor semejante al de un amor traicionado. Esto sucede sobre todo en el ámbito matrimonial (la traición al amor conyugal), pero también se da respecto de un hermano, de un amigo, de los propios padres o de los hijos...
También esta dolorosa experiencia humana es iluminada por un personaje bíblico. Oseas vivió en Israel en el siglo VIII a.C. y su experiencia personal es asombrosa, de una hondura inigualable. Como en el caso de otros personajes bíblicos, no conocemos demasiados detalles de su vida, pero sí los suficientes para acercarnos a la densidad increíble de su personal vivencia. Oseas se enamoró de una prostituta. No sabemos si Gomer ya lo era desde el principio o bien se manifestó después. Lo cierto es que Oseas decide desposarla y convertirla en su mujer. Pero la historia no termina ahí. Porque después del matrimonio Gomer sigue prostituyéndose y comete repetidamente adulterio. La reacción que parecía más lógica es romper con ella. Cualquier persona «sensata» hubiera repudiado sin más a una mujer absolutamente incapaz de ser y fiel y que traiciona reiteradamente.
Sin embargo, Oseas no actúa así. El amor que ha prendido en su corazón es fuerte y violento y actúa queriendo a pesar de todo a esta mujer indigna y degradada. Eso no quiere decir que le dé igual la fidelidad o la infidelidad de ella. A Oseas le duele la traición en lo más hondo y le sangra el corazón. Pero no puede dejar de amar. Es este amor el que le lleva a repudiarla, el que hace que le retire todo sustento y todo regalo, el que le impulsa a castigarla, a cerrar sus caminos con espinas y a «hacerle la vida imposible». No es el despecho o la ira el motivo de tal conducta. No es el enfado o los deseos de venganza. No es tampoco el egoísmo de quien busca su interés aun a costa del otro. No. Es el amor. Lo que impulsa a Oseas a actuar así es un amor enérgico y apasionado, un amor que supera toda «lógica» para seguir la suya propia, la lógica del amor. Sí, porque «el amor es fuerte como la muerte», porque «las aguas torrenciales no podrán apagar el amor ni anegarlo los ríos» (Ct 8,6-7).
Lo que impulsa a Oseas a actuar así es el bien de su esposa. Si le retira todo sustento y le hace pasarlo mal, es para que recapacite y comprenda y vuelva a su marido y se dé cuenta de que sólo con él le va a ir bien. Es el amor ardiente a Gomer lo que lleva a Oseas a intentar regenerarla, a hacerla fiel, a devolverle su dignidad. Porque no ha dejado de amarla, anhela seducirla y reconquistarla. Cuando ella lo está pasando mal vuelve con inmensa ternura a hablarle al corazón. Oseas es testigo de un amor traicionado, de un amor fiel que ama a pesar de todo, un amor que es capaz de inclinarse sobre la amada indigna para levantarla y dignificarla, un amor firme que vence el mal con el bien. Un amor así, parece increíble, y sin embargo es posible.
Pero hay más. La grandeza sobrehumana de este amor le ha llevado a Oseas a entender el amor de Dios. Comprobando cómo él –limitado y egoísta– era capaz de amar, ha descubierto el inmenso amor de Dios. Ha comprendido que Dios ama así: no por las cualidades, los méritos o las respuesta de la persona amada, sino porque Él es amor, y no puede dejar de amar a pesar de las traiciones e infidelidades. Dios ama a un pueblo que se ha prostituido intentando conciliar el amor a Él con otros amores espúreos, que adultera sin cesar al entregar a otras personas, tareas o cosas la parte de su corazón y de su vida que sólo a Dios pertenece. Así es Dios. No se cansa de amar a pesar de las negativas, a pesar de que sus dones son continuamente malgastados –incluso para apartarse de Él– y su amor incesantemente despreciado y pisoteado. Así ama Dios. Con un amor tan inmenso que es capaz de regenerar a la prostituta y de perdonar a la adúltera. Con un amor que a pesar de las traiciones sigue derramando ternura, que a pesar de las infidelidades sigue siendo capaz de hablar al corazón, y a pesar de los rechazos anhelando seducir a la amada para hacerla feliz.
De este modo, la dolorosa experiencia de Oseas se ha convertido en revelación de Dios. Su matrimonio ha quedado como signo y paradigma del amor infinito de un Dios que ama de manera increíble, superando toda lógica racional. El amor testimoniado por Oseas permanecerá hasta el fin de los tiempos como reflejo de ese amor divino que es más fuerte que el pecado. Y este amor divino, infundido en nuestros corazones por el Espíritu Santo (Rom 5,5), nos enseña y capacita para vivir y amar así. Enseña y capacita a los esposos para amar de esta manera, para perdonar y renovar cada día su amor. Enseña y capacita a todo aquel –hermano, amigo, vecino...– cuyo amor ha sido traicionado, para vencer el mal con el bien y el odio con amor. Enseña y capacita a todo discípulo de Cristo para vivir la lógica de la novedad de este amor traído al mundo como fruto de su pasión.
(Texto bíblico: Oseas 1-2)
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